“Canción del automóvil”, Filippo Tommaso Marinetti

 

¡Dios vehemente de una raza de acero, 

automóvil ebrio de espacio, 

que piafas de angustia, con el freno en los dientes estridentes! 

¡Oh formidable monstruo japonés de ojos de fragua, 

nutrido de llamas y aceites minerales, 

hambriento de horizontes y presas siderales 

tu corazón se expande en su taf-taf diabólico 

y tus recios pneumáticos se hinchen para las danzas 

que bailen por las blancas carreteras del mundo. 

Suelto, por fin, tus bridas metálicas... ¡Te lanzas 

con embriaguez el Infinito liberador! 

Al estrépito de¡ aullar de tu voz… 

he aquí que el Sol poniente va Imitando 

tu andar veloz, acelerando su palpitación 

sanguinolento a ras del horizonte… 

¡Míralo galopar al fondo de los bosques!… 

¡¡Qué importa, hermoso Demonio! 

A tu merced me encuentro… ¡Tómame 

Sobre la tierra ensordecido a pesar de todos sus ecos, 

bajo el cielo que ciega a pesar de sus astros de oro, 

camino exasperando mi fiebre y mi deseo, 

con el puñal del frío en pleno rostro. 

De vez en vez alzo mi cuerpo 

para sentir en mi cuello, que tiembla 

la presión de los brazos helados 

y aterciopelados del viento. 

¡Son tus brazos encantadores y lejanos que me atraen! 

Este viento es tu aliento devorante, 

¡insondable Infinito que me absorbes con gozo… 

¡Ah! los negros molinos desmanganillados (1) 

parece de pronto 

que, sobre sus aspas de tela emballenada 

emprenden una loca carrera 

como sobre unas piernas desmesurados… 

He aquí que las Montañas se aprestan a lanzar 

sobre mi fuga capas de frescor soñoliento… 

¡Allá! ¡Allá! ¡mirad! ¡en ese recodo siniestro!… 

¡Oh Montañas, Rebaño monstruoso, Mammuths 

que trotáis pesadamente, arqueando los lomos Inmensos, 

ya desfilasteis… ya estáis ahogadas 

en la madeja de las brumas!… 

Y vagamente escucho 

el estruendo rechinante producido en las carreteras 

por vuestras Piernas colosales de las botas de siete leguas… 

¡Montañas de las frescas capas de cielo!… 

¡Bellos ríos que respiráis al claro de luna!… 

¡Llanuras tenebrosas Yo os paso el gran galope 

de este monstruo enloquecido… Estrellas, Estrellas mías, 

¿oís sus pasos, el estrépito de sus ladridos 

y el estertor sin fin de sus pulmones de cobre? 

¡Acepto con Vosotras la opuesta,… Estrellas mías… 

¡Más pronto!… ¡Todavía más pronto 

¡Sin una tregua¡ ¡Sin ningún reposo 

¡Soltad los frenos!… ¡Qué! ¿no podéis?… 

¡Rompedlos!… ¡Pronto! 

¡Que el pulso del motor centuplique su impulso! 

iHurral ¡no más contacto con nuestra tierra inmunda 

¡Por fin me aparto de ella y vuelo serenamente 

por la escintilante (2) plenitud 

de los Astros que tiemblan en su gran lecho azul. 

 

(1) Perder las fuerzas, estar alicaído. 

(2) Que despide destellos cortos y rápidos de manera intermitente. 

 

 

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