“El creacionismo” [Fragmento], Vicente Huidobro
El reinado de la literatura
terminó. El siglo veinte verá nacer el reinado de la poesía en el verdadero
sentido de la palabra, es decir, en el de creación, como la llamaron los
griegos, aunque jamás lograron realizar su definición.
El hombre ya ha inventado toda una
fauna nueva que anda, vuela, nada, y llena la tierra, el espacio y los mares
con sus galopes desenfrenados, con sus gritos y sus gemidos.
Lo realizado en la mecánica también
se ha hecho en la poesía. Os diré qué entiendo por poema creado. Es un poema en
el que cada parte constitutiva, y todo el conjunto, muestra un hecho nuevo,
independiente del mundo externo, desligado de cualquiera otra realidad que no sea
la propia, pues toma su puesto en el mundo como un fenómeno singular, aparte y
distinto de los demás fenómenos.
Dicho poema es algo que no puede
existir sino en la cabeza del poeta. Y no es hermoso porque recuerde algo, no
es hermoso porque nos recuerde cosas vistas, a su vez hermosas, ni porque
describa hermosas cosas que podamos llegar a ver. Es hermoso en sí y no admite
términos de comparación. Y tampoco puede concebírselo fuera del libro.
Nada se le parece en el mundo
externo; hace real lo que no existe, es decir, se hace realidad a sí mismo.
Crea lo maravilloso y le da vida propia. Crea situaciones extraordinarias que
jamás podrán existir en el mundo objetivo, por lo que habrán de existir en el
poema para que existan en alguna parte. Cuando escribo: "El pájaro anida
en el arco iris", os presento un hecho nuevo, algo que jamás habéis visto,
que jamás veréis, y que sin embargo os gustaría mucho ver.
Un poeta debe decir aquellas cosas
que nunca se dirían sin él.
Los poemas creados adquieren
proporciones cosmogónicas; os dan a cada instante el verdadero sublime, este
sublime del que los textos nos presentan ejemplos tan poco convincentes. Y no
se trata del sublime excitante y grandioso, sino de un sublime sin pretensión,
sin terror, que no desea agobiar ni aplastar al lector: un sublime de bolsillo.
El poema creacionista se compone de
imágenes creadas, de situaciones creadas, de conceptos creados; no escatima
ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos elementos son
íntegramente inventados, sin preocuparse, en absoluto de la realidad ni de la
veracidad anteriores al acto de realización.
Si para los poetas creacionistas lo
que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace
traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas
las lenguas.
Es difícil y hasta imposible traducir
una poesía en la que domina la importancia de otros elementos. No podéis
traducir la música de las palabras, los ritmos de los versos que varían de una
lengua a otra; pero cuando la importancia del poema reside ante todo en el
objeto creado, aquél no pierde en la traducción nada de su valor esencial. De
este modo, si digo en francés:
La nuit vient des yeux d'autrui
o si digo en español:
La noche viene de los ojos
ajenos
o en inglés:
Night comes from others eyes,
el efecto es siempre el mismo y los
detalles lingüísticos secundarios. La poesía creacionista adquiere proporciones
internacionales, pasa a ser la Poesía, y se hace accesible a todos los pueblos
y razas, como la pintura, la música o la escultura.
El Arte es una cosa y la Naturaleza
otra. Yo amo mucho el Arte y mucho la Naturaleza. Y si aceptáis las
representaciones que un hombre hace de la Naturaleza, ello prueba que no amáis
ni la Naturaleza ni el Arte.
En dos palabras y para terminar:
los creacionistas han sido los primeros poetas que han aportado al arte el
poema inventado en todas sus partes por el autor.
He aquí, en estas páginas acerca
del creacionismo, mi testamento poético. Lo lego a los poetas del mañana, a los
que serán los primeros de esta nueva especie animal, el poeta, de esta nueva
especie que habrá de nacer pronto, según creo. Hay signos en el cielo.
Ateneo de Buenos Aires, 1916
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