“Las lenguas de diamante”, Juana de Ibarbourou

Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre, 

vagamos taciturnos en un éxtasis vago, 

como sombras delgadas que se deslizan sobre 

las arenas de bronce de la orilla del lago. 

 

Silencio en nuestros labios una rosa ha florido 

¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!, 

la corola, deshecha, como un pájaro herido, 

caerá rompiendo el suave misterio sublunar. 

 

¡Oh dioses, que no hable! ¡Con toda venda más fuerte 

que tengáis en las manos, su acento sofocad! 

¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte 

para formar la venda de su boca, rasgad! 

 

Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable 

sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra! 

¡Oh lengua de ceniza! ¡Oh lengua miserable, 

No intentes que ahora el sello de mis labios de abra! 

 

Baja la luna-cobre, taciturnos amantes, 

con los ojos gimamos, con los ojos hablemos, 

serán nuestras pupilas lenguas de diamantes 

movidas por la magia de diálogos supremos. 

 


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