“Manifiesto inaugural de la primera velada DADA en el Cabaret Voltaire” [Fragmento], Hugo Ball
Dada es un nueva tendencia
artística. Se ve que hasta ahora nadie la conocía, y mañana, todo Zürich va a
hablar de ella. Dada proviene del diccionario. Es terriblemente simple. En
francés significa “caballito de calesita”. En alemán, “adiós”, “déjame en paz”,
“¡hasta nunca!”. En rumano: «sí, efectivamente, tiene razón, claro que sí, dale, de acuerdo».
Una palabra internacional. Sólo una
palabra, y la palabra como movimiento. Muy fácil de entender. Terriblemente
sencilla. Si a partir de esto se crea una tendencia artística, es porque se
quiere evitar complicaciones. Psicología dada, literatura dada, burguesía dada,
y ustedes, muy venerados poetas, siempre hicieron poesía con palabras, pero
nunca poesía de la palabra misma. Esas palabras con las que hacen poesía son
sólo en torno al mero hecho.
Así se podrá apreciar cómo surge el
lenguaje articulado. Dejo que las vocales den volteretas. Dejo que las palabras
se den como maúlla un gato… Emergen palabras, hombros de palabras, piernas,
brazos, manos de palabras. Au, oi, uh. Uno no debería dejar que salgan
demasiadas palabras. Un verso es la oportunidad de quitarse toda la mugre de
encima. Sin palabras y sin la lengua lo máximo posible. Esta maldita lengua
está pegada a la suciedad como a manos de banqueros que han sobado las monedas.
Quiero tener la palabra, donde acaba y donde empieza. Quiero que el lenguaje
caiga por su propio peso. Ese maldito
lenguaje, en el que se pega la mugre como en las manos de los corredores de
bolsa que manosean las monedas. Quiero tener la palabra en su origen y en su
fin. Dada es el corazón de la palabra.
Cada cosa tiene su palabra, pero la
misma palabra se convirtió en una cosa en sí. ¿Por qué no voy a poder
encontrarla? ¿Por qué no se le puede decir “pluplusch” al árbol y “pluplubasch”
a la lluvia? Querido público, la palabra, la palabra, la palabra fuera de su
contexto, de su sofoco, de esta ridícula impotencia, de su estupenda vanidad,
fuera de esta constante repetición, de su evidente limitación.
La palabra, señores míos, la
palabra es un asunto público de primer orden.
Zürich, 14 de julio de 1916
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Manifiesto Dada.
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