“Ultraísmo” [Fragmento], Jorge Luis Borges
El Ultraísmo es una de tantas
respuestas a la interrogación anterior. El Ultraísmo lo apadrinó inicialmente
el gran prosista sevillano Rafael Cansinos Asséns y en sus albores no fue más
que una voluntad ardentísima de realizar obras noveles e impares, una
resolución de incesante sobrepujamiento. Así lo definió el mismo Cansinos:
"El Ultraísmo es una voluntad caudalosa que rebasa todo límite
escolástico. Es una orientación hacia continuas y reiteradas evoluciones, un
propósito de perenne juventud literaria, una anticipada aceptación de todo
módulo y de toda idea nuevos. Representa el compromiso de ir avanzando con el
tiempo".
Estas palabras fueron escritas en
el otoño de 1918. Hoy, tras dos años de variadísimos experimentos líricos
ejecutados por una treintena de poetas en las revistas españolas Cervantes y
Grecia -capitaneada esta última por Isaac del Vando Villar- podemos precisar y
limitar esa anchurosa y precavida declaración del maestro. Esquematizada, la
pee senté actitud del Ultraísmo es resumible en los principios que siguen:
1. Reducción de la lírica a su
elemento primordial: la metáfora.
2. Tachadura de las frases
medianeras, los nexos, y los adjetivos inútiles.
3. Abolición de los trebejos
ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la
nebulosidad rebuscada.
4. Síntesis de dos o más imágenes
en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia.
Los poemas ultraicos constan pues
de una serie de metáforas, cada una de las cuales tiene sugestividad propia y
compendiza una visión inédita de algún fragmento de la vida. La unidad del
poema la da el tema común -intencional u objetivo- sobre el cual versan las
imágenes definidoras de sus aspectos parciales.
Escuchad a Pedro Garfias:
Andar
con polvo de
horizontes en los ojos
tendida la
inquietud a la montaña
y desgranar los
siglos
rosarios de cien
cuentas
sobre nuestra esperanza.
Un resumen final. La poesía lírica
no ha hecho otra cosa hasta ahora que bambolearse entre la cacería de efectos
auditivos o visuales, y el prurito de querer expresar la personalidad de su
hacedor. El primero de ambos empeños atañe a la pintura o la música, y el
segundo se asienta en un error psicológico, ya que la personalidad, el yo, es
sólo una ancha denominación colectiva que abarca la pluralidad de todos los
estados de conciencia. Cualquier estado nuevo que se agregue a los otros llega
a formar parte esencial del yo, y a expresarle: lo mismo lo
"individual" que lo "ajeno". Cualquier acontecimiento,
cualquier percepción, cualquier idea, nos expresa con igual virtud; vale decir,
puede añadirse a nosotros...
Superando esa inútil terquedad en
fijar verbalmente un yo vagabundo que se transforma en cada instante, el
Ultraísmo tiende a la meta primicial de toda poesía, esto es, a la
transmutación de la realidad palpable del mundo en realidad interior y
emocional.
Buenos Aires, diciembre de 1921
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