El cantar de Mío Cid [presentación]. Ma. del Carmen Gutiérrez Aja y Timoteo Riaño Rodríguez

 

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Del Cantar de Mío Cid se ha dicho que es el bello pórtico de la literatura española del medioevo. Se trata de un cantar de gesta compuesto por versos anisosilábicos de asonancia monorrima. Son versos divididos en dos hemistiquios de gran irregularidad métrica que varían entre tres y catorce sílabas. Los más frecuentes son los de 8 y 7 sílabas. Y no parece que los versos estén sometidos a un sistema rítmico regular, pero tienen una serena y agradable sonoridad. Atendiendo a sus rimas, Menéndez Pidal los va agrupando por series, que tienen entre 3 y 190 versos. Hay que observar que, con frecuencia, entre serie y serie, y a veces dentro de la misma serie, aparecen dísticos con rima propia que mueven a algunos críticos a corregir o reformar la rima de esos versos para conformarla con la rima de la serie.

El Cantar de Mío Cid es un drama desarrollado en dos líneas de hechos contrapuestos en torno al Rey: la línea del arquetipo de nobleza simbolizada por el Cid y los suyos, y la de la nobleza indigna representada por los infantes de Carrión, descendientes de los Ansúrez-Beni Gómez. Del contraste, resultan envilecidos y deshonrados los infantes de Carrión, mientras que el Cid alcanza tanta honra que llega a emparentar con todos los Reyes de España. Las circunstancias históricas que se dieron a finales del s. XII y comienzos del s. XIII, en el reinado de Alfonso VIII, afianzan la aseveración del éxplicit del Cantar: Per Abbat le escriuió en era de M ö CC |||XLV annos, año natural de 1207.

De este original, parece que se hicieron dos copias, pero sólo una ha llegado hasta nosotros. Menéndez Pidal creyó que se hizo esta copia en 1307, pero algunos críticos la retrasan hasta la mitad del s. XIV; sin embargo, las características paleográficas y lingüísticas fuerzan a considerarla de hacia 1235.

No sabemos cuándo ni cómo vino a parar el manuscrito de la copia al municipio de Vivar del Cid. Aquí permaneció casi tranquilo hasta que Ruiz de Ulibarrri lo encontró en sus pesquisas al servicio del noble Ramírez de Arellano y sacó una copia en 1596. Hemos dicho “casi tranquilo” porque, mientras permaneció en el municipio de Vivar y antes de la encuadernación del s. XV, al manuscrito le faltaban ya cuatro folios. Según Sandoval, Berganza y Sarmiento, el manuscrito se conservó en el Concejo de Vivar  hasta 1745, después se llevó al Convento de Clarisas del pueblo.

En 1776, Emilio Llaguno y Amírola, secretario de Estado, sacó el manuscrito del Convento de Clarisas y se lo entregó a T. A. Sánchez para su estudio y edición con la promesa de devolverlo a Vivar, lo que no se ha cumplido hasta nuestro días.  

De los herederos de E. Llaguno pasó el manuscrito a P. Gayangos… Al fin, en 1854, el marqués de Pidal compró el códice ante el peligro de que saliera de España con destino al Museo Británico. Heredó el códice don Alejandro Pidal y Mon, guardador-poseedor del manuscrito, en cuya casa pudieron estudiarlo investigadores extranjeros (Volmöller, Baist, Huntington...) y nacionales (Fl. Janer y nuestro gran estudioso del Cantar, R. Menéndez Pidal).

Durante esta época, sufrió el manuscrito el mayor daño por la aplicación de reactivos, que lo dejó en un estado lamentable. Páginas hay para las que no nos queda más remedio que aceptar la lectura que nos da Menéndez Pidal. Lástima que no llegara a tiempo la aplicación de los rayos ultravioleta, los rayos infrarrojos, la lámpara de cuarzo… para haber evitado tanto deterioro.

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