El Conde Lucanor [Lo que sucedió a los cuervos con los búhos]. Don Juan Manuel, Infante de Castilla


Prólogo

[…] Como cada persona aprende mejor lo que más le gusta, si alguien quiere enseñar a otro debe hacerlo poniendo los medios más agradables para enseñarle; por eso es fácil comprobar que a muchos hombres les resulta difícil comprender las ideas más profundas, pues no las entienden ni sienten placer con la lectura de los libros que las exponen, ni tampoco pueden penetrar su sentido. Al no entenderlas, no sienten placer con ciertos libros que podrían enseñarles lo que más les conviene.

Por eso yo, don Juan, hijo del infante don Manuel, adelantado mayor del Reino de Murcia, escribí este libro con las más bellas palabras que encontré, entre las cuales puse algunos cuentecillos con que enseñar a quienes los oyeren […]. 

Haré este libro, que resultará útil para quienes lo lean, si por su voluntad encuentran agradables las enseñanzas que en él se contienen; pero incluso los que no lo entiendan bien, no podrán evitar que sus historias y agradable estilo los lleven a leer las enseñanzas que tiene entremezclados, por lo que, aunque no lo deseen, sacarán provecho de ellas, al igual que el hígado y los demás órganos se benefician y mejoran con las medicinas en las que se ponen agradables sustancias […]. 

Terminado ya el prólogo, comenzaré la materia del libro, imaginando las conversaciones entre un gran señor, el Conde Lucanor y su consejero, llamado Patronio.

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Cuento XIX: Lo que sucedió a los cuervos con los búhos

Hablaba otro día el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:

-Patronio, estoy en lucha con un enemigo muy poderoso, que tenía en su casa a un pariente que se había criado con él y a quien había favorecido muchas veces. Una vez, por una disputa entre ellos, mi enemigo causó graves daños y deshonró a su pariente que, aunque le estaba muy obligado, pensando en aquellas ofensas y buscando la forma de vengarse, desea aliarse conmigo. Creo que me sería hombre muy útil, pues podría aconsejarme el mejor modo de hacerle daño a mi enemigo, ya que lo conoce muy bien. Por la gran confianza que me mereces y por tu buen sentido, te ruego que me aconsejes el modo de solucionar esta duda.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, lo primero que debo decirle es que ciertamente este hombre ha venido con usted para engañarle, y, para que sepa cómo lo intentará conseguir, me gustaría que supiera lo que sucedió a los cuervos con los búhos.

El conde le preguntó lo que había sucedido en este caso.

-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, los cuervos y los búhos estaban en guerra entre sí, pero los cuervos llevaban la peor parte porque los búhos, que sólo salen de noche y de día permanecen escondidos en lugares muy ocultos, volaban al amparo de la oscuridad hasta los árboles donde se cobijaban los cuervos, golpeando o matando a cuantos podían. Como los cuervos sufrían tanto, uno de ellos muy experimentado, al ver el grave daño que recibían los suyos, habló con sus parientes los cuervos y encontró un medio para vengarse de sus enemigos los búhos.

» Este era el medio que pensó y puso en práctica: los cuervos le arrancaron las plumas a uno de los suyos, excepto alguna de las alas, por lo que volaba muy poco y mal. Así, lleno de heridas, se fue con los búhos, a los que contó el mal y el daño que le habían causado los cuervos porque él no quería la guerra contra los búhos, por lo cual, si ellos lo aceptaban como compañero, estaba dispuesto a decirles las mejores maneras para vengarse de los cuervos y hacerles mucho daño.

» Los búhos, al oírlo, se pusieron contentos porque pensaban que con este aliado podrían derrotar a sus enemigos los cuervos, con lo cual empezaron a tratarlo muy bien y le hicieron partícipe de sus planes secretos y de sus proyectos para la lucha.

» Sin embargo, había entre los búhos uno que era muy viejo y que tenía mucha experiencia que, cuando se enteró de lo del cuervo, descubrió el engaño que preparaba y fue a explicárselo al cabecilla de los búhos, diciéndole que, con toda seguridad, aquel cuervo se les había unido para conocer sus planes y preparar su derrota, por lo que debía alejarlo de allí inmediatamente. Pero este experimentado búho no consiguió que sus hermanos le hicieran caso, por lo cual, al ver que no lo creían, se alejó de ellos y se fue a vivir a un lugar donde los cuervos no pudieran encontrarlo.

» Los búhos, no obstante, siguieron confiando en el cuervo. Cuando le crecieron otra vez las plumas, dijo a los búhos que, pues ya podía volar, iría en busca de los cuervos para decirles dónde estaban y, de esta manera, reunidos todos los búhos, podrían acabar con sus enemigos los cuervos, cosa que les agradó mucho.

» Al llegar el cuervo donde estaban sus hermanos, se juntaron todos y, como sabían los planes de los búhos, los atacaron de día, cuando ellos no vuelan y están tranquilos y sin recelo, y destrozaron y mataron a tantos búhos que los cuervos quedaron como únicos vencedores.

» Así les sucedió a los búhos, por fiarse del cuervo que es, por naturaleza enemigo suyo.

» Usted, señor Conde Lucanor, ya sabe que este hombre que quiere aliarse con usted debe vasallaje a su enemigo, por lo cual él y toda su familia son sus enemigos también, le aconsejo que lo aparte de su compañía porque es seguro que pretende engañarle y busca su mal. Pero si él le quiere servir desde fuera de sus tierras, de modo que nunca conozca sus planes ni pueda perjudicarle y verdaderamente hiciera tanto daño a aquel enemigo suyo que nunca pudiera hacer las paces con él, entonces podría confiar en ese pariente despechado, haciéndolo siempre con cautela para que no os pueda resultar peligroso.

El conde pensó que este era un buen consejo, obró según él y le fue muy provechoso.

Y como don Juan comprendió que se trataba de un cuento muy bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos versos que dicen así:

Al que antes tu enemigo solía ser
ni en nada ni nunca le debes creer.

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