Historia del cuervo, el chacal y el tigre. Tomado del Panchatantra


Vivía en cierto lugar de un bosque un león llamado Madotkata, y eran sirvientes suyos un tigre, un cuervo y un chacal. Corriendo ellos un día por aquí y por allá, como vieron un camello llamado Kathanaka, dijo el león: “Ay, que animal más raro; sepamos qué tal es, si salvaje o domesticado”. Al oír esto el cuervo contestó: “Señor, es animal doméstico y se llama camello, especie de bestia que tú puedes comer; mátale, pues”.

“Yo —respondió el león— no mato a ningún huésped; pues se ha dicho:

Quien mate al que llega a su casa, confiado y sin temor, aunque sea su enemigo, comete  el mismo crimen que si matara a un centenar de brahmanes*.

Por lo tanto, aseguradle protección y traedle a mi presencia para que le pregunte la causa de su venida”.  

Todos procuraron inspirarle confianza y, habiéndole asegurado su protección, lo llevaron a la presencia de Madotkata; a quien saludó el camello. Preguntado en seguida por el león, contó el camello todo lo que le había acontecido, comenzando desde el momento en que se extravió de la caravana. Después de escucharlo le dijo el león: “¡Ay, Kathanaka! no vuelvas más al pueblo a sufrir penas llevando carga; quédate para siempre aquí conmigo, a vivir sin temor en este bosque, comiendo puntas de césped que  parecen perlas”. “Está bien”, dijo el camello. Y sin sospechar temor de ninguna especie, se quedó a vivir felizmente entre ellos.

Así las cosas, tuvo lugar un día un combate del león con un gran elefante que andaba por el bosque. Los trompazos y dentelladas de éste causaron una herida al león, quien quedó tan mal parado, que estuvo a punto de morir. La debilidad de su cuerpo fue tal que ni podía mover un pie; y por la postración en que yacía, todos éstos, el cuervo y los demás, atormentados por el hambre, sufrían mayores penas. Entonces el león les dijo: “¡Ay! buscad en cualquier parte algún animal para que yo, aunque me encuentre en esta  situación, le mate y os dé de comer”.

Saliéronse los cuatro a vagar; pero como no vieran ninguna pieza, se pusieron el cuervo y el chacal a deliberar entre sí. “¡Ah, cuervo! —dijo el chacal— ¿para qué hemos de correr tanto?”. Ese Kathanaka está confiado en nuestro amo, matémosle y hagamos provisiones. “Muy bien has dicho —contestó el cuervo—; pero el amo le ha dado a éste el don de seguridad, de modo que no le podemos matar”. “Oh, cuervo —repuso el chacal— yo informaré a nuestro amo de manera que él mismo lo mate. Esperad vosotros aquí mientras yo me llego a casa y vuelvo con el permiso del amo”.

En diciendo esto se fue corriendo hacia el león y, llegado a su presencia, le dijo: “Señor, venimos de recorrer todo el bosque sin haber encontrado ni un solo animal. ¿Qué hacemos, pues? Nosotros ahora, por causa del hambre, ni siquiera podemos andar un paso y el señor está necesitado de una buena alimentación. Si el señor diera su permiso, con la carne de Kathanaka se haría hoy una buena comida”.

Cuando el león oyó la palabra cruel del chacal, le dijo encolerizado: “¡Nik! vil criminal, si vuelves a decir eso te despedazo al instante; porque yo le he asegurado al camello mi protección. ¿Cómo, pues, he de dar orden para que le matéis?”.

El chacal repuso: “Si le matara usted después de haberle prometido su protección, habría pecado; pero si él mismo, por el afecto que le tiene, le da lo que le queda de vida, ya no hay pecado! Si pues él por sí mismo se ofrece a morir, hay que matarle; si no, hay que matar a uno cualquiera de nosotros para que el señor tome buen alimento, pues el hambre le tiene en apurada situación. ¿Qué valen nuestras vidas si no llegan a ser útiles al señor? Además, si algo desagradable le ocurriera a usted, nosotros deberemos entrar en seguida a la pira”. Porque se ha dicho: 

“El hombre que sea el sostén principal de la familia debe ser defendido con todo esfuerzo, pues muerto él, perece la familia; roto el cubo, no corre la rueda”.

Entonces Madotkata respondió: “Si es así, haz lo que gustes”. 

El chacal se fue corriendo y dijo a los demás: “¡Eh! Nuestro amo está grave. ¿Para qué seguir vagando? ¿Quién nos defenderá en el bosque sino él? Ya que el hambre es la causa que lo aleja de este mundo, ofrezcámosle nuestro propio cuerpo para pagarle los beneficios que le debemos”. Pues se ha dicho: 

“El criado que deja morir al amo, viviendo él y conservando sus sentidos, ese criado va al  infierno”.

Con los ojos llenos de lágrimas, así que oyeron al chacal, se inclinaron ante Madotkata y se sentaron. Al verles éste, les dijo: “¿Habéis cogido o visto algún animal?”. En seguida, desde el medio de ellos, repuso el cuervo: “Señor, hemos corrido por todas partes, pero no hemos podido agarrar ni ver una sola pieza. Cómaseme hoy el señor y sustente su vida; que con ello usted se reanimará y yo alcanzaré el cielo”.

Pero el chacal interrumpió: “¡Eh! tú eres de pequeño cuerpo. Aunque te coma el señor no tiene bastante para sustentarse, y además resultaría un mal. Porque se ha dicho:

‘La carne de cuervo la desecha el perro; es poca y mala. ¿Para qué comer una cosa que no sacie el hambre?’

Pero ya has demostrado el afecto que tienes al amo; quedas libre de la deuda por el pan que recibiste y has adquirido fama de hombre de bien en ambos mundos. Quítate de delante, pues que voy a ofrecerme al señor”.

Dicho esto, el chacal saludó respetuosamente al león y se postró ante él, suplicando: “Señor, devóreme para sustentar hoy su vida y hágame ganar los dos mundos”.

Entonces el tigre le interrumpió: “Oh, has dicho bien; pero también tú eres de pequeño cuerpo y tu propia especie, por ir armada de uñas, no es comible. Con esto has demostrado la nobleza de tu alma; pues bien se ha dicho:

‘Por un motivo los reyes escogen su gente entre los nobles: porque éstos ni al principio, ni al medio, ni al fin, cambian jamás de proceder’.

Quítate de delante para que yo me ofrezca al señor”.

Dicho esto, el tigre saludó a Madotkata, suplicando: “Señor, haga usted hoy de mi carne sustento para su vida; concédame eterna morada en el cielo y extienda sobre la tierra mi excelsa fama. Hágalo así, no desmaye en el asunto”.

Al oír las palabras del tigre, Kathanaka pensó: “Todos estos han pronunciado gloriosos discursos y el amo no ha matado a nadie. Yo también diré lo que pide la oportunidad para que estos tres estimen mis palabras”. Y, habiéndolo resuelto así, dijo al tigre: “Oh, has dicho verdad; pero también tú estás armado de uñas y ¿cómo te ha de comer el amo así?”. Porque se ha dicho:

“Quien llegare a meditar en su corazón males para los de su propia raza, sufre él esos mismos males en este mundo y en el otro.

Apártate entonces de delante para que yo me ofrezca al señor”.

Dicho eso, se acercó Kathanaka al león: “Señor, éstos no son comibles para ti. Aderézate sustento con mi cuerpo para que yo alcance los dos mundos”.

Apenas acababa de hablar, cuando el tigre y el chacal destrozaron por el vientre a Kathanaka y se prepararon la comida con su cuerpo. Por esto digo yo:

“Algunos sabios pueden obrar mal, como el cuervo, el chacal y el tigre obraron en el caso del camello”. 

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* Brahmanes. Miembros de la primera y más elevada de las cuatro castas en que se halla dividida la población de la India; es la casta sacerdotal. 

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