Romeo y Julieta [fragmento]. William Shakespeare

 

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Personajes

SCALA, príncipe de Verona.

PARIS, joven hidalgo deudo del príncipe.

MONTESCO, jefe de las dos casas rivales.

LADY MONTESCO, esposa de Montesco.

CAPULETO, jefe de las dos casas rivales.

LADY CAPULETO, consorte de Capuleto.

UN ANCIANO, tío de Capuleto.

ROMEO, hijo de Montesco.

JULIETA, hija de Capuleto.

NODRIZA de Julieta.

MERCUCIO, pariente del príncipe y amigo de Romeo.

BENVOLIO, sobrino de Montesco y amigo de Romeo.

TYBAL, sobrino de Lady Capuleto.

FRAY LORENZO, de la orden de San Francisco.

FRAY JUAN, perteneciente a la misma.

BALTASAR, criado de Romeo.

SANSÓN, criado de Capuleto.

GREGORIO, criado de Capuleto.

ABRAHAM, criado de Montescp.

PEDRO,   servicial de la Nodriza de Julieta.

UN BOTICARIO.

TRES MÚSICOS.

EL CORO.

PAJE DE PARIS.

UN MUCHACHO.

UN OFICIAL.

CIUDADANOS DE VERONA.

VARIOS PARIENTES DE LAS DOS CASAS

MÁSCARAS.

GUARDIAS.

PATRULLAS.

SIRVIENTES.

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Prólogo

En la hermosa Verona, donde colocamos nuestra escena, dos familias de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a nuevas turbulencias, en que la sangre patricia mancha las patricias manos. De la raza fatal de estos dos enemigos vino al mundo, con hado funesto, una pareja amante, cuya infeliz, lastimosa ruina llevara también a la tumba las disensiones de sus parientes. El terrible episodio de su fatídico amor, la persistencia del encono de sus allegados al que sólo es capaz de poner término la extinción de su descendencia, va a ser durante las siguientes dos horas el asunto de nuestra representación. Si nos prestan atento oído, lo que falte aquí tratará de suplirlo nuestro esfuerzo.

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Escena V. Salón de la casa de CAPULETO

ROMEO.— (A JULIETA) Si mi indigna mano profana con su contacto este divino relicario, he aquí la dulce expiación: ruborosos peregrinos, mis labios se hallan prontos a borrar con un tierno beso la ruda impresión causada.

JULIETA.— Buen peregrino, eres harto injusto con su mano, que en lo hecho muestra respetuosa devoción; pues las santas tienen manos que tocan las del piadoso viajero y esta unión de palma con palma constituye un palmario y sacrosanto beso.

ROMEO.— ¿No tienen labios las santas y los peregrinos también?

JULIETA.— Sí, peregrino, labios que deben consagrar a la oración.

ROMEO.— ¡Oh! Entonces, santa querida, permite que los labios hagan lo que las manos. Pues ruegan, otórgales gracia para que la fe no se trueque en desesperación.

JULIETA.— Las santas permanecen inmóviles cuando otorgan su merced.

 ROMEO.— Pues no os mováis mientras recojo el fruto de mi oración. Por la intercesión de sus labios, así, se ha borrado el pecado de los míos (La da un beso). 

JULIETA.— Mis labios, en este caso, tienen el pecado que le quitaron.

ROMEO.— ¿Pecado de mis labios? ¡Oh, dulce reproche! Devuélveme el pecado otra vez.

JULIETA.— Eres docto en besar.

NODRIZA.— Señora, su madre quiere decirle una palabra.

ROMEO.— ¿Cuál es su madre?

NODRIZA.— Sepa, joven, que su madre es la dueña de la casa; una buena, discreta y virtuosa señora. Su hija, con quien hablaba, ha sido criada por mí y le aseguro que el que le ponga la mano encima, tendrá los talegos.

ROMEO.— ¿Es una Capuleto? ¡Oh, cara acreencia! Mi vida es propiedad de mi enemiga.

BENVOLIO.— Vamos, salgamos; harta fiesta hemos tenido.

ROMEO.— Sí, tal temo yo; mi tormento está en su colmo.

PRIMER CAPULETO.— Eh, señores, no piensen en marcharse; va a servirse una humilde, ligera colación. — ¿Todavía desean irse? Bien, entonces doy gracias a todos: gracias, nobles hidalgos, buenas noches. — ¡Más luces aquí! — ¡Ea!, vamos pues, a acostarnos. ¡Ah, querido!, (al Segundo Capuleto) por mi honor, se hace tarde; voy a descansar.

(Se van todos, menos JULIETA y la NODRIZA.)

JULIETA.— Llégate acá, nodriza: ¿Quién es aquel caballero?

NODRIZA.— El hijo y heredero del viejo Tiberio.

JULIETA.— ¿Quién, el que pasa ahora el dintel de la puerta?

NODRIZA.— Sí, ése es, me parece, el joven Petruchio.

JULIETA.— El que le sigue, que no quiso bailar. ¿Quién es?

NODRIZA.— No sé.

JULIETA.— Anda, pregunta su nombre. -Si está casado, es probable que mi sepulcro sea mi lecho nupcial.

NODRIZA.— Se llama Romeo; es un Montesco, el hijo único de su gran enemigo.

JULIETA.— ¡Mi único amor emanación de mi único odio! ¡Demasiado pronto lo he visto sin conocerle y le he conocido demasiado tarde! Extraño destino de amor es, tener que amar a un detestado enemigo.

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